Cuando dejamos la autoescuela, con el paso del tiempo vamos adquiriendo diversas manías al volante. Muchas de ellas se producen por simple dejadez, otras por desconocimiento de sus repercusiones, y otras sencillamente porque ni siquiera nos damos cuenta cuando las realizamos.

Existe todo un sinfín de posibilidades, unas más seguras que otras, eso sí, pero el tema que vamos a tratar hoy no es el de la seguridad, sino el de las averías, porque ay amigos, igual no nos importa molestar a otros conductores, pero cuando nos toca rascarnos el bolsillo, duele, y mucho.

Como bien podréis comprobar en vuestro día a día, cada persona tiene una forma de conducir diferente. Y nos guste reconocerlo o no, unas son peores que otras, ya sea para nuestra economía, para el estado de nuestro coche o para nuestra seguridad y la del resto. Sin embargo, si a cualquiera de nosotros nos preguntaran qué tal conducimos, la respuesta está clara: “Pues bien ¡Vaya tontería!” Y la cosa mejora con los años, ¿quién no ha escuchado decir a su padre, tío o abuelo decir la típica frase de “a mis años me vas a decir tú cómo tengo que conducir”?

Conducción manual

Pues realmente no se trata de enseñar a conducir a nadie, para eso se supone que ya están las autoescuelas, sino simplemente de dar consejo, de concienciar y de recomendar qué es lo más correcto para que nuestro vehículo dure lo máximo posible.

Por ello, hoy os voy a hablar de cinco malos hábitos que acaban reduciendo la vida útil de un vehículo con transmisión manual.

Puede que actualmente en vuestra familia tengáis un coche con transmisión automática, pero estoy prácticamente seguro de que alguna vez habéis conducido alguno manual, es más, incluso me atrevería a decir que probablemente en un futuro no muy lejano volveréis a poneros al volante de uno de ellos, así que repasemos algunos consejos porque, a la larga, el coche os lo acabará agradeciendo.

La mano fuera de la palanca de cambios

Conducir con la mano puesta en la palanca de cambios es una de las manías más habituales entre los conductores de un vehículo con transmisión manual. Aunque parezca que no, nuestra mano ejerce presión sobre los mecanismos internos de la caja de cambios, desgastándolos más rápido y provocando holguras en los rodamientos o los sincronizadores.

Está claro que con ello no vamos a provocar una avería inmediata, pero a largo plazo este mal hábito se traduce en vibraciones y contribuye a que las relaciones de cambio acaben teniendo un engranaje más impreciso, provocando incluso que algunas marchas no entren de manera correcta o se salgan de su posición.

Su reparación obliga a desmontar toda la caja de cambios para sustituir los rodamientos y engranajes, una operación que resulta realmente costosa, con facturas que parten de los 1.500 euros en adelante.

Palanca de cambios manual

Y muchos estaréis pensando que el hecho de tener un reposabrazos mitiga la presión ejercida sobre la palanca, pero realmente lo mejor que podéis hacer es habituaros a conducir con las dos manos sobre el volante -tal y como recomienda la Dirección General de Tráfico- y sólo colocar la mano en la palanca cuando vayáis a cambiar la marcha, veréis como también aumenta vuestro control sobre el coche.

En los semáforos, siempre punto muerto

Como bien sabréis, una de las piezas más sensibles de un coche manual es el embrague. Sin embargo, otro de los vicios más arraigados en nuestra sociedad consiste en dejar el pedal del embrague pisado, por ejemplo, en los semáforos.

Personalmente, siempre me ha parecido más incómodo dejar la primera metida y el pedal del embrague pisado en lugar de poner punto muerto, pero es cierto que mucha gente opta por hacerlo, especialmente si han tenido que detenerse cuesta arriba.

Embrague - conducción manual

Comodidades aparte, el principal motivo por el cual debes desprenderte de esta manía lo antes posible es nuevamente la fuerza que ejerces sobre el sistema.

Aunque no estés pisando el pedal a fondo, se producen fricciones y rozamientos internos que afectan notablemente al mecanismo del sistema, concretamente al disco y a todas las piezas que actúan sobre él.

Esto se traduce directamente en un mayor desgaste de los componentes, haciendo necesaria su sustitución antes de lo que realmente debería hacerse. Y ojo, porque la ‘broma’ ronda los 700 euros

Por ello, lo mejor que puedes hacer es acostumbrarte a dejar el coche en punto muerto y evitar pisar el embrague en esas circunstancias. No sólo reducirás el desgaste del mismo sino que, además, tu pierna izquierda te agradecerá el descanso.

Al salir desde parado en una pendiente, prescinde del embrague

Probablemente esta sea otra de las malas costumbres que vemos a diario. Para hablar sobre ello, es necesario que más o menos tengáis claro cómo funciona el embrague, que no es otra cosa que un disco de fricción que actúa como intermediario mecánico entre el motor y la caja de cambios.

Cuando pisamos el pedal izquierdo, lo que estamos haciendo es unir la prensa y el volante de inercia del motor, los cuales están girando solidariamente alrededor de un eje. Uno realiza un movimiento giratorio y el otro de traslación.
El motor gira a una velocidad determinada y, mediante la caja de cambios, transformamos sus revoluciones en revoluciones a las ruedas. Por ejemplo, en las relaciones más cortas, se circula a poca velocidad y el motor y las ruedas giran a velocidades más parecidas.

El motivo por el cual pisamos el pedal del embrague es para no dañar la caja de cambios al cambiar, pues al hacerlo el volante de inercia se separa del motor y se interrumpe la conexión que hay entre el motor y las ruedas. Al levantar el pie y subir el pedal, motor y ruedas se conectan nuevamente.

En este proceso hay un momento en el que ambas partes empiezan a rozarse entre sí, situación más conocida como ‘medio embrague’ o ‘punto de fricción’.Es precisamente esta situación la que debemos evitar en la medida de lo posible, ya que al pisar el embrague a la mitad, las piezas sufren mayor rozamiento y, con ello, un mayor desgaste porque su movimiento no es solidario al del motor.

En estos casos, si nuestro coche carece de asistente en pendiente, lo mejor que podemos hacer es o bien cambiar rápidamente entre el pedal del freno y el del acelerador, o bien apoyarnos en el freno de mano para salir de la pendiente, no abusar del medio embrague.

Querer ahorrar combustible está bien, pero circula en la marcha más larga posible

Aquellos que practican la conducción eficiente conocerán la clásica norma de circular en la marcha más larga posible. Eso está bien, pero precisamente hemos de prestar especial atención a la palabra ‘posible’, ya que circular en una marcha larga en cualquier circunstancia puede ayudarnos tanto a ahorrar combustible como a despilfarrarlo, provocando además averías más graves que en ocasiones superan incluso los 3.000 euros.

Coche eléctrico sin caja de cambios

Si para mantener la velocidad hace falta pisar el acelerador más de las 2/3 partes de su recorrido, no seas vago, baja de marcha. Es preciso recordar que tampoco hay que ser exagerado, nunca debemos reducir marchas hasta el punto en que la aguja se sitúa en la zona roja del tacómetro.

No nos engañemos, subir un repecho pronunciado en una autopista en quinta marcha con el acelerador pisado a fondo no es bueno ni para el consumo ni para el coche. Hay quien lo hace por ahorrar y quien lo hace por vaguería a la hora de reducir una marcha, pero en cualquier caso esto puede traer consigo graves fallos mecánicos en tres componentes esenciales de nuestro vehículo:

  • La junta de culata: Cuando circulamos con el gas a fondo, la temperatura en la cámara de combustión sube a pasos agigantados, y en los vehículos que no cuentan con termómetro de refrigerante el conductor puede no darse siquiera cuenta del error que está cometiendo. Mientras tanto los grados del motor continúan aumentando y la culata de aluminio puede llegar a deformarse, siendo necesaria su sustitución por una nueva.
  • Los casquillos de bancada y el pie de biela: Si damos gas a fondo a bajas revoluciones, nuestro motor trabajará en lo que se conoce como el ‘límite de picado‘, un fenómeno que provoca que el combustible se inflame antes de que el pistón llegue al punto muerto superior, obligándole a bajar antes de llegar al final de su recorrido. Esto deteriora de forma notable los cojinetes de la biela y del cigüeñal, así como la cabeza del pistón -que en los diésel puede incluso perforarse con las altas presiones de inyección- a causa del estrés mecánico a los que se les somete, pudiendo incluso llegar a partir la biela y destrozar el motor por completo.
  • Desgastes prematuros en el cilindro: A bajas revoluciones y con el pedal del acelerador a fondo, el pistón tiende a “campanear” en lugar de subir y bajar recto y paralelo a las paredes del cilindro. Con ello aumenta la fricción y, por consiguiente, el desgaste y la temperatura; mientras que la bomba de aceite y la bomba de agua mueven menos caudal, agravando aún más el problema.

Y por si no habéis tenido suficiente, debéis saber que en los modelos diésel el tema se complica por la suciedad que generan, produciéndose fallos en el sistema de recirculación de gases (sí, el clásico problema de la válvula EGR), en la geometría variable de los turbos y en los filtros antipartículas.

Es por ello que debemos vigilar las revoluciones mínimas del motor cuando rodamos en llano o cuesta abajo y evitar circular por debajo de las 1.500 vueltas, aunque luego cada coche es un mundo y también requiere del uso de nuestro sentido común.

El embrague sólo se usa para cambiar de marcha ¡Fuera de él el pie izquierdo!

Parece una tontería, pero os sorprendería la inmensa cantidad de gente que circula por carretera con el pie izquierdo sobre el embrague, especialmente los conductores noveles y los propietarios de aquellos modelos que carecen de reposapiés junto al pedal. ¿Recordáis el caso de aquella chica que quemaba un embrague cada 5.000 kilómetros? Pues la causa era precisamente esa manía.

Nomenclatura del embrague

Al igual que cuando dejamos metida primera en los semáforos, aunque la presión ejercida sobre el pedal sea mínima, siempre se produce un pequeño desacople entre el disco del embrague y el motor, lo que provoca un desgaste inusual y acelerado que causa las averías que ya hemos comentado en los puntos anteriores.

Es por ello que sólo debemos usar el pedal de embrague para cambiar de marcha, pisando siempre este hasta el fondo para luego soltarlo de forma progresiva. Si somos capaces de sentir el punto en el que los discos de embrague hacen contacto, conseguiremos cambiar de forma más suave y el mecanismo del embrague sufrirá lo menos posible.